Homero Aguirre Enríquez
Según el Proyecto Migrantes Desaparecidos, desde el 2014 han muerto 49,353 migrantes en intentos por cruzar las fronteras en todo el mundo; eso incluye muertos por ahogamiento, 20,472; violencia, 991; enfermedad, 896; accidentes, 844; condiciones ambientales, 1350, y otras causas, 2635. Unos mueren al entrar a otro país o al intentarlo; millones más son rechazados para que vayan a seguir muriendo o padeciendo hambre y miseria en sus países de origen: tan solo en el año 2021 fueron detenidos más de 1.7 millones de migrantes en Estados Unidos, y se espera que este año la cifra sea mayor en esa frontera, que es también la más letal del planeta.
Las muertes de migrantes no son exclusivas de Estados Unidos, para probarlo basta citar un hecho reciente, la muerte de al menos 37 migrantes en Melilla, ciudad ubicada en África, colindante con Marruecos pero aún bajo control de España, cuando más de 2, 000 migrantes intentaron cruzar la frontera hacia territorio español, en una estampida humana que dejó cientos de heridos y el número de occisos antes mencionado al chocar con las barreras físicas y policíacas que impiden el paso a ese territorio dominado aún por España.
La terrible tragedia ocurrida recientemente en Texas, donde 53 migrantes, más de la mitad de ellos mexicanos, murieron asfixiados en un tráiler, está siendo sometida (al igual que la ocurrida en diciembre de 2021, en Chiapas, donde murieron 56 migrantes) a la tradicional cobertura mediática a la que nos tienen acostumbrados en estos casos los grandes corporativos y los poderes económicos y políticos responsables en última instancia de evitar esos crímenes que les estallan en sus narices.
La táctica se pudiera resumir en darle una amplia atención a los hechos trágicos, sus detalles macabros, el origen de las víctimas, el recorrido del vehículo de la muerte, todo eso acompañado de un sesgo casi imperceptible pero constante que centra los reportes periodísticos y los “análisis” en hacer responsables al chofer o a “coyotes” locales que trafican con personas, mismos que casi nunca son mencionados por sus nombres; también hay quienes se atreven a culpar a las víctimas; todo ello acompañado de nula reflexión a las causas profundas de que mueran miles de personas migrantes que huyen de la miseria, la violencia y la muerte, y que encuentran esta última en los Estados Unidos, autoproclamada sede idílica del “sueño americano”.
Los gobernantes norteamericanos aprovechan el olor a muerte para llevar agua a su molino, atacar al partido contrincante en el gobierno y exigirle “medidas enérgicas” para impedir la entrada de los migrantes; no hay en estos individuos siquiera un pálido reconocimiento de la culpa que tienen ellos y el imperialismo norteamericano en generar las causas de fondo que detonan las migraciones provenientes de países pobres y se dirigen a los ricos y prósperos, donde se concentra la riqueza. “El Gobernador de Texas Greg Abbott, un defensor fascista de Trump, culpó a Biden por las muertes, y tuiteó: “Son un resultado de su política mortífera de fronteras abiertas. Demuestran las consecuencias de su rechazo de hacer cumplir con la ley” (wsws.org).
Por su parte, el gobierno “demócrata” prometió más acciones represivas en la frontera, de común acuerdo con sus socio Andrés Manuel López Obrador, fiel guardian de la frontera. El secretario de Seguridad Nacional de EE.UU., Alejandro Mayorkas, dijo: “Trabajaremos al lado de nuestros socios para hacer responsables a los que llevaron a cabo esta tragedia y seguiremos tomando medidas para interrumpir las redes del tráfico ilegal”, publicó la fuente arriba citada. Ni a quién irle, ambos partidos seguirán turnándose para servirle a la clase dominante de Estados Unidos, seguir engordando las grandes fortunas norteamericanas y administrar el comercio de personas.
Nadie puede creer que en el país que se dice más poderoso y avanzado tecnológicamente puedan cruzar la frontera y escapar por territorio estadounidense tráileres o vehículos cargados de personas sin ser verificados y detenidos de inmediato. Obviamente, se trata de un tráfico dosificado a conveniencia de los dueños y controladores de la economía y del gobierno a su servicio, en el que se tolera el ingreso cuando así conviene a su economía y se restringe, así sea a costa de la vida de muchos hombres, mujeres y niños, cuando la maquinaria productora de ganancia no necesita más mano de obra. Un flujo tolerado similar al de las drogas, en donde tampoco se captura a ningún pez gordo sino que también se despliegan fuegos artificales en los medios, para despistar a los espectadores indignados por algún episodio trágico.
En cuanto a las razones históricas que propician la migración cada vez a mayor escala en todo el mundo, ni Estados Unidos ni otros países imperialistas quieren saber de ellas y mucho menos enmendar el rumbo que tanto les ha beneficiado. Al contrario, libran una feroz guerra contra Rusia y China para impedir que se desconfigure el mundo unipolar que han construido a costa de extraer riqueza y provocar pobreza y muerte en los países que han expoliado durante siglos.
Pero está ampliamente documentada la verdadera causa de la riqueza de algunos potentados que viven en los países imperialistas y el consecuente empobrecimento de miles de millones de seres humanos, muchos de los cuales ahora les tocan la puerta a los magnates y son recibidos con barreras, gases, macanazos y ríos de sangre de sus propios cuerpos. Desde sus inicios, el capitalismo atrincherado ahora tras sus fronteras, floreció gracias a las materias primas, mano de obra y mercados de los territorios, muchos de los cuales conquistaron a sangre y fuego.
Ahora que la derecha quiere lavarse las manos y descalificar a los países pobres, conviene recordar estas palabras contundentes y documentadas: “Su atraso, su “subdesarrollo” y su relativa pobreza, no nacen de la incapacidad congénita de sus gobernantes, o, peor aún, de sus habitantes, a los que se acusa en voz baja de ser genéticamente incapaces de entender, asimilar y aplicar correctamente la ciencia y la técnica “occidentales”. No se explican porque seamos lentos en aprender, tontos y fanáticos, perezosos, poco creativos, corruptos e incapaces de autogobernarnos y de explotar racional y eficazmente la parte del planeta que nos pertenece, como aseguran los ideólogos del imperialismo moderno.
“El fracaso (relativo y temporal) de todos los países pobres y subdesarrollados del planeta se explica porque, desde hace siglos, de múltiples maneras y por diferentes vías, han sido obligados en lo fundamental a olvidarse de sí mismos; a adoptar políticas económicas y sociales en contra de sus propios intereses y de su propia prosperidad y desarrollo; a entregar sus recursos naturales, sus mercados, su mano de obra y su soberanía para provecho de los países ricos, que hoy nos acusan y desprecian por ser lo que ellos mismos han hecho de nosotros”, escribió el ingeniero Aquiles Córdova Morán. No lo olvidemos cada vez que nos quieran marear con alguna historia que pretenda exculpar a los grandes victimarios de la humanidad y hacer a los migrantes responsables de su pobreza y hasta de su espantosa muerte en un tráiler, ahogados en un río, en el mar o apaleados por policías.