Karen Santos
Provenían de México, Guatemala y Honduras, principalmente. El hambre, la pobreza y la extrema violencia que enfrentaban en sus lugares de origen los orilló, como a otros cientos de miles, a ir en busca del llamado “sueño americano” con el anhelo de mejorar su situación y la de sus familias. Cincuenta y tres no lo lograron; sus esperanzas se quedaron en una caja cerrada de un tráiler abandonado en San Antonio, Texas, a unos 250 kilómetros a la frontera con México, el lunes 27 de junio.
De los 53 migrantes que murieron por hipertemia debido a las altas temperaturas que se alcanzan en el clima árido de Texas, a lo que se sumó la falta de un sistema de refrigeración en el tráiler, 27 eran mexicanos, originarios de Guanajuato, Veracruz, Morelos, Oaxaca, Edomex, Zacatecas, Querétaro y Ciudad de México.
El martes 28, en su mañanera, el presidente Andrés Manuel López Obrador se refirió al hecho como una “tremenda desgracia”; anunció apoyo para la repatriación de los cuerpos y que investigaría el “tráfico de personas y falta de controles en este caso en la frontera de México”. Dejando de lado, claro está, lo que hay detrás de la muerte de los migrantes.
¿Y qué hay detrás de la muerte de los migrantes? El capitalismo rapaz que mantiene a cientos de miles en la más cruel de las pobrezas a costa de que unos cuantos tripliquen sus fortunas millonarias, y la ineficacia de los gobiernos, como el mexicano, que se dicen apoyar a los más pobres pero que, en la práctica, se olvidan de ellos.
Ante el terrible acontecimiento en Texas, el Instituto para las Mujeres en la Migración (Imumi), señaló que “esta tragedia pudo evitarse si los gobiernos generaran políticas y acciones para garantizar una migración regular y sin violencia para las personas y no medidas de contención que obstaculizan el tránsito y que las orilla a buscar formas más peligrosas para encontrar una vida digna”. Nosotros creemos que, más que generar “políticas y acciones para garantizar una migración regular” se debiera generar las condiciones dignas de vida que toda persona merece en sus países; regular la migración, en lugar de combatirla, a fuerza de errradicar las causas que la originan, no es sino disfrazar las cosas aplicando meros paliativos.
En México, en lo que vamos del sexenio de López Obrador, la pobreza se ha incrementado del 41.9% al 43.9%, según datos del Coneval que abarcan, solamente, del 2018 al 2020. En este lapso, el número de mexicanos en pobreza creció en 3.8 millones de personas, al pasar de 51.9 millones a 55.7; el porcentaje de población en situación de pobreza extrema también aumentó de 7% a 8.5%, lo cual significó un aumento de 8.7 a 10.8 millones de personas en dos años; o sea, 2.1 millones más. Estas cifras se asemejan a la cantidad de mexicanos que no pueden adquirir la canasta básica para su familia: 49.7 millones no podría comprarla.
Y la situación se agrava. Apenas a inicios de junio, la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) pronosticó un incremento de la pobreza en América Latina en el 2022 y, en el caso de México, se podría sumar a más de 2.5 millones de personas en esa condición. Este organismo también ubica a México como el quinto país más pobre de la región y prevé un panorama complicado para la nación.
AMLO aseguró que, cuando él y su Cuarta Transformación llegaran al Gobierno Federal, todos los males de los mexicanos se acabarían porque tenía la formula secreta en sus manos: ¡acabar con la corrupción! A más de la mitad de su sexenio vemos cómo esa no era la solución, pues la corrupción no es en sí, el mal que padece el país, sino uno de los tantos síntomas. La enfermedad es, pues, la pobreza, la lacerante desigualdad que reina en el país y que es, también, la causante primera de la muerte de los migrantes, los de Texas y los de cualquier lado.
La desigualdad mata de muchas formas. Ahora vemos su mano fría reflejada en la necesidad de salir de su lugar de origen a buscar una vida mejor por la falta de oportunidades, por la falta de empleos, por los salarios de hambre que no alcanzan ni para lo indispensable, por la inseguridad creciente -que también es consecuencia de la pobreza-, por la falta de apoyos verdaderos y no solo con fines electorales, por la falta de servicios de salud, de educación, de vivienda digna: por todo lo que viven los mexicanos.
Y esto también es responsabilidad del gobierno mexicano, es decir, de AMLO, porque él le prometió a los mexicanos que todo cambiaría para bien pero, en los hechos, es todo lo contrario. Por eso, no es exageración decir que el mal gobierno de López Obrador llevó a la muerte a esos 27 paisanos que fallecieron en Texas y a los mil 104 que han perecido en su sexenio al intentar cruzar la frontera, según la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza de Estados Unidos (CBP, por sus siglas en inglés).