Rosa María Dávila Partida
Henry Kissinger, en su discurso en el marco del Foro Económico Mundial en Davos, Suiza, “destacó la importancia de que las partes vuelvan a la mesa de negociaciones en los próximos dos meses para evitar que la crisis se agrave aún más”. En opinión del exdiplomático, “Occidente debe tener en cuenta su relación a largo plazo con Rusia a la hora de brindar ayuda a Ucrania ya que una mayor prolongación del conflicto podría amenazar el equilibrio de poderes en Europa.” (RT 26 de mayo, subrayado mío)
El exasesor presidencial de EE. UU también recordó durante su intervención que en un artículo que escribió hace ocho años “consideraba que la opción ideal era que Ucrania adoptara el papel de un Estado neutral que actuara de ‘puente entre Rusia y Europa’.” (RT 23 de mayo).
La respuesta de Zelenski, presidente de Ucrania, fue inmediata: «En Davos, por ejemplo, el señor Kissinger surge desde el pasado remoto y dice que un trozo de Ucrania debe ser entregado a Rusia. Para que no haya una enajenación de Rusia y Europa», afirmó en su cuenta de Telegram. (RT 26 de mayo)
Esta opinión del veterano diplomático de 98 años, está completamente fuera de lugar en el cuadro que nos tiene dibujado la narrativa de los medios controlados por las grandes corporaciones. Por lo menos así lo interpreta Zelenski que lo acusa de tener la mente fija en 1938, año en que las potencias acordaron entregar Los Sudetes a la Alemania de Hitler. Algo ha sucedido para que las opiniones de Occidente presenten tal disparidad. Veamos.
En primer lugar llama la atención que Kissinger se manifieste ahora, cuando él mismo nos recuerda que esa posición ya la había defendido hace ocho años, es decir, cuando las potencias se sentaron a discutir y llegaron a los acuerdos de Minsk I y II. ¿Por qué no llamó en febrero a respetar y aplicar los acuerdos de Minsk? ¿Por qué se pronuncia ahora a favor de la neutralidad de Ucrania? La respuesta a esta cuestión se encuentra en los hechos, en los acontecimientos de los últimos meses.
No la vamos a encontrar en los hechos de los imperialistas norteamericanos y su brazo armado, la OTAN, más que en una pequeña parte. A todo el mundo consta que los aliados occidentales hicieron todo lo que estaba en sus manos para doblegar y arrodillar a la Federación Rusa y su presidente: enviaron armas a más no poder, abierta y cínicamente reclutaron y enviaron decenas de miles de mercenarios para que ganaran esta guerra del mundo libre. Contribuyeron al bloqueo propagandístico de las cadenas informativas rusas, y un largo etcétera.
La respuesta la veremos con claridad si develamos la cortina de humo que levantó occidente para ocultar la realidad, y observamos lo que hizo Putin y sus países amigos. Destacadamente en tres renglones esenciales: el militar, el económico y el diplomático. En el aspecto militar los éxitos de las tropas rusas, incluidas las chechenas, y las de las repúblicas populares de Donestk y Lugansk son indiscutibles: desalojaron a las tropas ucranianas y sus mercenarios de importantísimos bastiones, derrotaron al batallón Azov (cabeza visible de las fuerzas neonazis en Ucrania) y tienen presos a sus líderes, suman miles los que se han rendido, para no hablar de las armas que nunca llegaron a los combatientes pues fueron destruidas en el trayecto por los tiros de precisión de los rusos.
Los imperialistas soñaban con destruir la economía rusa con sus cinco paquetes de sanciones, Biden eufórico pronosticó que los rusos pagarían 200 rublos por cada dólar, y les fallaron los cálculos. Según reconocen expertos internacionales como Bloomberg el rublo se encuentra en su mejor momento desde 2018, se pagan 56 rublos por dólar. Fue muy atinada la decisión de obligar a pagar en rublos el petróleo y el gas que reciben los europeos. Hay empresas que se retiraron de la Federación, pero su lugar lo están ocupando los mismos rusos, los chinos, turcos y de otros países. Es claro que Putin sabía a qué se iba a enfrentar y se prepararon a conciencia. Sí hay problemas, pero nada que no se pueda resolver o tolerar.
El imperialismo fracasó en su plan de aislar a Rusia. China nunca cedió a las presiones y amenazas descaradas de los imperialistas, y menos ahora que EE. UU. la califica como su principal enemigo. El valiente ejemplo de China lo siguieron la India y decenas de países pobres. Las repercusiones de los hechos que hemos reseñado empiezan a manifestarse.
“La ‘notable unidad’ entre EE.UU., Ucrania y Europa contra Rusia empieza a agrietarse” informa The New York Times. “La fractura de la unidad es más visible en Europa. Hungría ha apoyado los primeros cinco paquetes de sanciones contra Moscú, pero se resiste al embargo del petróleo ruso, del que depende. Y los europeos ni siquiera están intentando, al menos por ahora, cortar sus importaciones de gas ruso». (RT 28 de mayo). Es decir, no lograron sumar a las sanciones ni siquiera a los miembros de la Unión Europea.
«No hay razón por la que podamos dar 40.000 millones a Ucrania y no podamos proteger a nuestros niños en este país», dijo Andreu Pollack, criticando los enfoques del Gobierno federal, el cual, a su juicio, no hace lo suficiente para mantener seguros a los menores”. Pollack es “padre de una niña que murió en el tiroteo ocurrido en 2018 en una escuela secundaria de Parkland (Florida, EE.UU.), se dirigió este miércoles a los legisladores y líderes comunitarios pidiendo que mejoren la seguridad en los centros educativos, informa Fox News.” (RT 26 de mayo).
Pero lo que es más importante y nadie dice. La escasez de alimentos y de fertilizantes, la carestía de muchísimos productos, y todas las calamidades que se sufren en los cinco continentes, no nada más por la guerra de Ucrania y las sanciones, sino por los efectos de la pandemia y la recesión económica, están inquietando a los pueblos, los están sacando del sopor artificial de las fake news y la propaganda del imperialismo.