Este lunes, el Gobierno socialdemócrata minoritario de Suecia adoptó la decisión formal de seguir los pasos de Finlandia y solicitar el ingreso en la OTAN, en una medida que rediseñará el mapa geopolítico del norte de Europa.
Tras un debate sobre política de seguridad en el parlamento, Magdalena Andersson, primera ministra señaló: “Hay una amplia mayoría en el parlamento sueco a favor de la entrada en la OTAN“, dijo. “Lo mejor para Suecia y la población sueca es entrar en la OTAN”.
La invasión rusa de Ucrania, que Moscú califica de “operación especial”, ha puesto de manifiesto la vulnerabilidad de Suecia y Finlandia a pesar de su estrecha cooperación con la OTAN en los últimos años.
La neutralidad y la no alineación han sido elementos centrales de la política exterior de Suecia durante los últimos dos siglos, aunque tras el fin de la Guerra Fría se inició un acercamiento progresivo a la OTAN, que hoy ha culminado con el anuncio del Gobierno socialdemócrata sueco de que presentará una solicitud de adhesión a la Alianza.
El origen de la neutralidad sueca está vinculado a las guerras napoleónicas de principios del siglo XIX, la histórica rivalidad con Rusia y la pérdida de Finlandia.
Suecia se mantuvo neutral en los dos grandes conflictos bélicos del siglo XX, la I Guerra Mundial (1914-1918) y la II Guerra Mundial (1939-1945), aunque en esta última su papel fue especialmente polémico, ya que vendió materias primas a la Alemania nazi y dejó pasar sus tropas por territorio sueco hacia Finlandia.
Tras el último gran conflicto mundial, Suecia trató de impulsar la creación de una alianza militar nórdica, pero fracasó en su empeño y Dinamarca y Noruega optaron por entrar en la OTAN.
Durante la Guerra Fría, Suecia mantuvo su neutralidad y su no alineamiento, apostando por construir una defensa propia fuerte. Documentos desclasificados posteriormente revelaron no obstante que varios gobiernos firmaron acuerdos secretos con Estados Unidos para proporcionarle garantías de seguridad en caso de un hipotético ataque ruso.