La presión política y la caída libre de su popularidad está provocando que el presidente de Estados Unidos, Joe Biden,considere a México como indispensable para frenar a las caravanas migratorias o poner un poco de orden en la frontera, aunque tenga que ceder a los caprichos políticos del mandatario mexicano para favorecer a países antidemocráticos como Venezuela, Cuba o Nicaragua.
Biden está entre la espada y la pared. Entre la posible pérdida de la reelección de su partido en la Casa Blanca para el 2024 ante la unión inquebrantable del Partido Republicano en su contra y el señalamiento de los defensores de derechos humanos sobre la crisis migratoria fronteriza y la violación constante de los derechos de miles de familias a las que se les niega una y otra vez el refugio.
Y el presidente mexicano está aprovechando esta coyuntura, baraja sus mejores cartas en las constantes reuniones de negociación con la autoridad norteamericana para lograr favores que beneficien a sus aliados de Venezuela, Cuba, Nicaragua, El Salvador y Honduras, aprovechando al mismo tiempo para reforzar una supuesta imagen de “líder político” en Latinoamérica.
México también se siente indispensable para el proyecto de continuidad del habitante de la Casa Blanca y como con Donald Trump, sabe que puede obtener beneficios, no solo diplomáticos, sino también económicos, si condiciona su asistencia, sus acciones o su voto a favor en eventos como la Cumbre de las Américas que se llevará a cabo en junio próximo o en el retiro del Título 42 de la política migratoria de ese país para el próximo lunes 23 de mayo.
Desafortunadamente, las mejores cartas de Biden como la vicepresidenta Kamala Harris, a quien incluso se le perfilaba como la próxima presidenta de ese país o los congresistas demócratas que son mayoría, no han logrado los resultados esperados en su política exterior debilitando profundamente la imagen del presidente ante sus gobernados.
Bajo la premisa de lograr una migración “ordenada, segura y regular”, Alejandro Mayorkas, Secretario de Seguridad Nacional norteamericana insiste en los diferentes medios de difusión que es una pérdida de dinero y un riesgo muy grande viajar a la frontera norteamericana, porque quienes lo hagan serán deportados inmediatamente sin importar las razones por las que abandonaron sus países. Estrategia que llega a oídos sordos de quienes lo único que quieren es huir del hambre y la violencia.
Aunque el Título 42 será reemplazado por el Título 8, que también ordena la deportación de la mayoría de los migrantes que solicitan asilo o refugio a Estados Unidos, es una medida que resulta insuficiente para republicanos y demócratas ante las oleadas migratorias que se pronostican para los próximos meses.
El problema es que la eficacia del programa “Quédate en México” también es cuestionado constantemente ante la creciente inseguridad que se vive en los estados fronterizos mexicanos y que aumenta los delitos cometidos en contra de los migrantes. Por lo anterior, es urgente que México tome responsabilidad en la parte que le corresponde, más allá de preocuparse por un “liderazgo” latinoamericano que lleva agua al molino de los vecinos pero que no favorece en nada a México y sí lo aleja cada día más de su vecino y principal socio comercial.
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