Por Leticia Montagner
Los tiempos de vivir situaciones de guerra en diferentes países del mundo, no pasaron inadvertidos por los grandes compositores quienes dedicaron parte de su inspiración a componer obras que conmemoran acontecimientos particulares experimentados en carne propia.
Jaime Hinojosa Vega, originario de Monterrey, concertista y promotor musical, escribió en el diario El Norte de Monterrey, Nuevo León, un interesante artículo sobre las guerras y su relación con la música clásica.
Por ejemplo, Beethoven fue una persona con una vida tormentosa que se identificó con los pensamientos revolucionarios y liberales de Napoleón y le dedicó su Sinfonía No. 3. Pero su alma no tenía los deseos de poder y soberbia y cuando se enteró que Napoleón se colocó la corona de emperador con sus propias manos, inmediatamente fue a su mesa de trabajo y arrancó la cubierta con la dedicatoria en la partitura y reescribió el título de Sinfonía Heroica, compuesto en recuerdo de un gran hombre.
La Victoria de Wellington fue una obra orquestal del mismo Beethoven que alcanzó popularidad en su época y conmemoraba la victoria de la batalla de Inglaterra sobre el ejército napoleónico francés sucedido el mismo año de 1813 en que Beethoven compuso la obra.
Tras el redoble de los tambores y el toque de las trompetas de los diferentes bandos, la obra simula el enfrentamiento bélico teniendo como fondo cientos de disparos de salva mientras la orquesta recuerda canciones populares como Mambrú se Fue a la Guerra y el himno inglés God Save the Queen.
Tchaikovsky, por su parte, conmemora una de las batallas del mismo Napoleón en su Obertura 1812 contra el ejército ruso, en el que este último abatió al ejército francés obligándole a emprender la retirada de Moscú. El autor compuso esta obra por un encargo a pesar de que sentía una gran admiración por Napoleón.
La Obertura inicia con una melodía religiosa ortodoxa que anuncia la llegada del ejército napoleónico a la capital rusa. En las escenas de la batalla se enfrentan las notas de La Marsellesa y del Himno Zarista con el triunfo final de este último. Al final de la batalla la obra ejecuta el himno imperial ruso Dios Salve al Zar acompañado de salvas de cañones y el tañer de las campanas.
En el año de 1839 Fryédéryk Chopin, originario de Polonia, escribe una serie de polonesas para piano expresando el amor a su tierra natal. Estando en Viena, se entera de la insurrección de su país en contra de Rusia donde muchos compatriotas en el extranjero retornan a Varsovia para defender su patria. Los amigos de Chopin le impiden ir a combatir para que él se quede como compositor y pianista en Austria.
Chopin se solidariza componiendo su Polonesa Heroica. Cien años después, durante los días de la ocupación nazi en la Segunda Guerra Mundial, Polonia vuelve a recordar su nacionalismo y une a la gente transmitiendo por radio las polonesas de Chopin. Los nazis reaccionan prohibiendo su reproducción y destruyen la estatua del compositor ubicada en el Parque Lazienki, junto con otros monumentos en la capital de Polonia.
Franz Liszt conmemora la Batalla en los Campos Cataláunicos al norte de Francia, inspirado en una pintura del W. Kaulbach. Liszt recrea esta contienda y la victoria de la alianza romana y visigoda contra Atila y su ejército huno en su poema sinfónico para orquesta y órgano La Batalla de los Hunos.
Dicha obra comienza con una indicación del mismo compositor: «El timbre de los instrumentos debe de oírse muy oscuro y fantasmal», precediendo la hora de la sangrienta batalla. El desarrollo de la música nos lleva a visualizar la lucha en ambas partes. Liszt musicaliza la imagen de la cruz basada en las primeras notas del canto gregoriano Crux Fidelis cada vez que intervienen los ejércitos del General romano Aecio y de Teodorico contra Atila.
La ópera Guerra y Paz de Serguei Prokófiev, basada en la novela del mismo nombre de León Tolstoi, fue escrita durante la invasión alemana a la Unión Soviética el 22 de junio de 1941. La obra consta de 13 escenas divididas en dos partes: la Paz y la Guerra y se ambienta en la invasión napoleónica a Moscú en 1812.
Tras una obertura coral desafiante del pueblo ruso ante el ejército invasor, inicia la historia con el enamoramiento del Príncipe Andrei Bolkonsky y Natasha Rostova cuya relación termina en una desavenencia antes de que comience la guerra. El Mariscal de Campo le ofrece al príncipe un puesto en el Estado Mayor pero prefiere ir al frente de la guerra.
El Príncipe es herido y el coraje del pueblo frustra los planes de Napoleón ordenando la retirada seguido de la celebración de la victoria rusa.
Hace unos días el célebre compositor estoniano Arvo Pärt, autor de Spiegel im Spiegel pidió públicamente disculpas al pueblo ucraniano por no poder protegerlo de una catástrofe inimaginable en nuestro tiempo y como él comenta: Lo único que nos queda es un nudo en la garganta, lágrimas y oraciones.
Luego de lo anterior, se debe mencionar el fragmento del poema Oda a la Alegría: Tu hechizo une de nuevo lo que la cruel costumbre había separado, todos los hombres volverán a ser hermanos.
leticia_montagner@hotmail.com