Por Raúl Torres Salmerón
Tradicionalmente a los escolares mexicanos les han enseñado que el Padre de la Patria es don Miguel Hidalgo y Costilla.
Recientemente, ya tenemos a una Madre de la Patria en la persona de doña Leona Vicario, quien ha sido declarada Benemérita y Dulcísima Madre de la Patria.
Pero nos falta una Abuela de la Patria y como escribió en la Revista Siempre en octubre de 2020, el columnista José Campillo García, nos queda la opción a las antiguas generaciones, a quienes enseñaron que España era la Madre Patria y que entonces, esa nación es la Abuela de la Patria.
En estos tiempos de defenestración del País que nos dio raza, cultura, lengua y religión, vale la pena repetir las principales ideas de José Campillo García:
-Grandes peligros y sufrimientos hubo de padecer doña Leona durante la gesta independentista, junto con otras Madres de la Patria también notables, como Josefa Ortiz de Domínguez, Mariana R. del Toro de Lazarín y Antonia Nava.
-Di rienda suelta a conjeturas absurdas sobre los lazos sanguíneos entre la Madre Patria, la Patria, Los Padres y Las Madres de la Patria. Caí en la cuenta que, México —mi Patria—, tiene varios padres (Hidalgo, Morelos, Allende, Guerrero) y varias madres (las arriba mencionadas) beneméritas y dulcísimas ellas.
-En mi jocosa cabeza, caí en la cuenta que mi mexicanidad está inoculada del ADN libertario de varios padres y madres, todos enraizados en la Madre Patria, o sea, España, que vendría a ser mi abuela. “Hombre —me dije—, pues qué bonita familia la mía”.
-Estas divagaciones resultan de una reflexión un tanto más seria sobre la creación de los mitos fundacionales y que son esas invenciones que, sin embargo, crean redes invisibles que cohesionan —paradójicamente— con gran fuerza a propios y extraños dentro de una nación, grupo o comunidad.
-Un viejo relato cuenta que, en ocasión de la visita de la arqueóloga Eulalia Guzmán al Presidente Adolfo López Mateos, le informó que estaba confirmado el hecho de que los restos de Cuauhtémoc no correspondían a los encontrados en Ixcateopan, Guerrero.
-Sin inmutarse —cuentan—, don Adolfo se levantó de su silla, haciendo lo propio la investigadora Guzmán y encaminándola a la puerta, le dijo: “Reconozco maestra todo el esfuerzo y conocimiento que ha puesto usted para llegar a esta conclusión, pero recuerde que un país necesita y vive de sus mitos. Los huesos, que le quede claro, sí son los de Cuauhtémoc” y cerró la puerta.
-Este relato confirma, una vez más, que en la cohesión de los grupos sociales, creer es más importante que saber. El credo y el dogma (equivalentes al mito y a la ficción) son crisol de identidades compartidas basadas en la fe y en el pensamiento irracional.
Hasta aquí las reflexiones, marihuanescas, escribe el autor, pero tiene toda la razón, pues muchos mitos se han ido al paso del tiempo y otros nuevos surgen.
España ya no es nuestra Abuela de la Patria y si lo es, ha sido descalificado por Andrés Manuel López Obrador.
En 1789, la población francesa pasó, de la noche a la mañana, de creer del mito del derecho divino de los reyes a creer en el mito de la soberanía del pueblo.
México vive nuevamente como el siglo XIX, una lucha entre conservadores y liberales.
Seguramente los próximos Padres de la Patria serán Andrés Manuel López Obrador, Marcelo Ebrard y Ricardo Monreal y la Dulcísima Madre de la Patria podría ser Claudia Sheinbaum y en un descuido Beatriz Gutiérrez Muller.
¿Qué nuevos o viejos mitos habrán de prevalecer en la historia de México?
Solo el tiempo lo dirá, pero quizás, como dice el clásico: Más vale malo por conocido que bueno por conocer.
En fin, como escribió Antonio Machado (España, 1875-1939), en su poema Tocados de Otros Días:
¡Tocados de otros días,
mustios encajes y marchitas sedas;
salterios arrumbados,
rincones de las salas polvorientas:
daguerrotipos turbios,
cartas que amarillean;
libracos no leídos
que guardan grises florecitas secas;
romanticismos muertos,
cursilerías viejas,
cosas de ayer que sois el alma, y cantos
y cuentos de la abuela!