En Voto de humildad, Terrés insiste en su identidad con todos los hombres: Soy uno como todos, con el mismo origen y acosado por la misma incertidumbre (…) y con el mismo destino mortal (…)
Por Tania Zapata Ortega
En Defensa de la poesía, el poeta, traductor, editor, diplomatico y gran impulsor de la cultura mexicana Jaime García Terrés (Ciudad de México, 1924-1996), considera a ésta como un “instinto primario, tan antiguo e indispensable como el sueño despierto. Y a la larga un pueblo despojado de poesía –así sea con las mejores intenciones– será un pueblo sin respiración, miope a los horizontes y dueño apenas de una humanidad mutilada”.
Enrique Ánderson Imbert señala que García Terrés es un poeta “hondo y circunspecto, culto y sensitivo, que construye sus versos con clara conciencia, en contraste con los poetas de fluida oscuridad. Es poeta cívico, estoico, sobrio, inteligente y justiciero”; el crítico destaca también su rechazo del esteticismo y su rescate de expresiones coloquiales.
En la breve Antología titulada Letanías profanas, de la serie Material de Lectura. UNAM (2010), la nota introductoria de José Emilio Pacheco elogia la sobria originalidad con que recrea lo cotidiano; enfatiza su expresión concisa así como su “voz poética”, fácilmente distinguible entre los poetas de la Generación del medio siglo, a la que pertenece. La eficacia secreta del sonido, titula Pacheco esta presentación, en la que también alude a la discreta musicalidad y a la contundencia de sus versos: “García Terrés demuestra que un poema puede decir cuanto se dice en prosa y hacerlo de manera concisa e inmejorable”.
En Voto de humildad, Jaime García Terrés insiste en su identidad con todos los hombres, como uno de tantos. Claro que yo también… reitera en respuesta a un interlocutor invisible que habría preguntado si el poeta es además un hombre. Soy uno como todos –insiste– con el mismo origen y acosado por la misma incertidumbre, con los mismos afanes, sufrimientos, miedos, necesidades materiales, atavismos y con el mismo destino mortal que el resto de los humanos.
Claro que yo también ando perdido
y llego a donde voy sin darme cuenta
(cosa peor, me desconcierto
cuando me piden datos personales
o me llaman a secas por mi nombre).
Claro que yo también me vuelvo loco
apenas especulo crudamente
sobre los dos o tres problemas capitales.
Claro que yo también hago preguntas:
empiezo desde cero
y llego adonde voy con cinco ceros.
Soy uno más,
otra garganta o si prefieren, otro vientre.
¡Quién soy para dejar de ser lo que son todos,
para ya no pensar comunes pensamientos,
para salvarme de las trampas
por otros como yo dispuestas!
¡Quién soy para reírme del miedo general!
Todos entramos y salimos
a través de los mismos agujeros.
Habitamos en casas ganadas a la selva
por las manos paternas y maternas
Crecemos en jardines cuyas plantas
arrullan a su modo nuestros huesos.
Repetimos umbrosos catecismos
y entre flores y preces olvidamos
la llama que nos tiende y nos recobra.
Nadie se libra de la ratonera
ni contra la remolda puede nada.
Ni yo, menos que nadie, me clareo.