El 1º de agosto de 2019, en un Congreso reluciente y en compañía de la Secretaria de Gobernación, Olga Sánchez Cordero, Miguel Barbosa prometió sacar a Puebla de la pobreza, de la inseguridad, que alcanzaba cifras enormes, pero, sobre todo, de la corrupción y del ‘morenovallismo’. El morenista aseguró que en su gobierno “nunca más (se usaría) el poder para la venganza, nunca más el poder para llevar a cabo el espionaje, nunca más el poder para la infamia, nunca más el poder para la persecución, nunca más el poder como modelo de negocio ni enriquecimiento”.
Este pasado 1º de agosto se cumplieron dos años desde que Miguel Barbosa asumió la gubernatura del estado y poco se ha visto de esa transformación y de ese cambio del que habló con tanta determinación, de ese ‘nunca más’ y de ese fin del ‘morenovallismo’ del que, imitando al presidente, dijo que era la causa de todos los males del estado.
Puebla estaba mal en muchas cosas, eso no se puede negar. La inseguridad y la pobreza existen en cada gobierno, tampoco somos ciegos; pero en vez de combatir estos problemas, como dijo que lo haría, Barbosa, en dos años, ¡los empeoró!
¿Seguridad? Según datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), en Puebla el 79.2% de los ciudadanos no se sienten seguros. Cifras del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública arrojaron que durante el segundo trimestre del año, se registró un incremento en siete de los 13 delitos de mayor impacto en Puebla: 63% en violaciones, 182% en robos a transeúntes y 53.75% en casa habitación.
¿Bienestar? En el estado, sólo 192 mil poblanos cuentan con un trabajo formal. En general, Puebla es catalogada como la quinta entidad del país con más porcentaje de pobres con el 58.9 por ciento de la población. Tan sólo el mes pasado, Puebla ocupó el tercer lugar como una de las entidades más caras del país. Y, por si fuera poco, es de los estados que más pobreza registraron respecto a la mayor proporción de familias con dificultades alimenticias, con el 63%.
Durante la pandemia, Miguel Barbosa dejó a los poblanos a su suerte. Fue mundialmente conocido por decir que “a los pobres no les da coronavirus” y que la vacuna era “un plato de mole de guajolote”. Ante el reclamo ciudadno implementó un programa de despensas que fue un desastre: una sola recibían durante toda la pandemia por familia y solo si tenían credencial para votar y recibo de luz. Esas despensas ‘universales’ no le llegaron ni a una cuarta parte de los poblanos. Ahora, aún cuando reconoce que la tercera ola de Covid está aquí y viene más fuerte que antes, quiere que los poblanos salgan “a reactivar la economía” y que los jóvenes regresen a clases.
¿Obras y servicios? Basta darse una vuelta por las calles de la periferia de la capital para darse cuenta de que poco, o nada, se ha hecho. ¡Y ni hablar de los municipios! Demandan carreteras, aguas potables, drenajes, pavimentaciones, hospitales, escuelas, etc. En los pueblos no hay carreteras dignas, en las colonias no hay clínicas de salud, en los municipios no hay suficientes escuelas; las familias no tienen luz, agua potable, drenaje. Ya ni decir de pavimentaciones y alumbrado público.
Su único ‘logro’ es haberse convertido en “el gran legislador”: iniciativa que enviaba, iniciativa que le aprobaban ipso facto y sin cambiarle una coma. Muchas de estas propuestas tuvieron un tinte absolutamente dictatorial y varias hasta con dedicatoria a organizaciones sociales, universidades y el sector privado. La mayoría eran completamente tendenciosas, se necesitaba ser muy ciego para no ver que el beneficiario final de alguna ley era el partido del gobernador o gente afín a él. Y salvo unas pocas, algo servían a la ciudadanía de a pie, pero no estaban enfocadas en resolver de verdad sus problemas.
Este control del Congreso le permitió también volverse ‘el gran persecutor’: arremetió contra todo aquel que pudo: la alcaldesa Claudia Rivera, las universidades, empresas, organizaciones sociales, estudiantes, ¡vaya, hasta a los médicos les reclamó!
Con dos años en el poder, Miguel Barbosa no ha podido presumir ‘la transformación’ de la que habló al inicio. Sólo su incapacidad, por algo su aprobación mes con mes siempre va a la baja. Y es obvio que a Barbosa no lo quieren los poblanos por su pésimo trabajo y por lo arrogante e indolente de su ser. Y eso que sólo lleva dos años al frente del estado…¡Y faltan tres! A los poblanos no les queda otra alternativa que unir todas sus problemáticas en una solo exigencia: ¡Que Barbosa trabaje de verdad por el bien de Puebla!