CDMX: la capital de la basura

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La Ciudad de México (CDMX) produce la mayor cantidad de residuos sólidos en el país –13 mil toneladas diarias– la mayor parte llevados a rellenos sanitarios de las entidades colindantes.

Fernando Nava
Vía @BuzosNoticias

La Ciudad de México (CDMX) produce la mayor cantidad de residuos sólidos (basura) en el país –13 mil toneladas diarias– la mayor parte llevados a rellenos sanitarios de las entidades colindantes, porque no cuenta con un sistema de control y reciclaje moderno.

En enero de 2020, la Secretaría de Medio Ambiente (Sedema) abrió una convocatoria para construir una planta de tratamiento y aprovechamiento de residuos sólidos, y otra para reciclar los de construcción y demolición; pero su mala confección obligó a las empresas interesadas a exigir el rediseño de las bases –que debieron conocerse en mayo de ese año– y a la fecha se ignoran los resultados de las postulaciones.

El ingeniero químico industrial Carlos Álvarez Flores, experto en gestión de residuos y cambio climático del Instituto Politécnico Nacional (IPN), explicó que a ambas convocatorias provenientes del gobierno de la CDMX únicamente les interesa “bajar los dos mil 500 millones de pesos anuales que se gastan en enviar la basura a los rellenos de los estados de México y Morelos”, en vez de construir un sistema efectivo y moderno de reciclaje integral.

En función de su limitado proyecto, el gobierno de la Capital ofreció un predio de 375 hectáreas del relleno sanitario del Bordo Poniente para habilitar la recicladora de residuos de la construcción y la demolición; y la empresa ganadora tendría que aportar el terreno para la planta de residuos sólidos.

Contrario a la oferta, la propuesta de la compañía Waste and Energy Ventures, sin duda la más avanzada, consiste en construir una planta termovalorizadora –rechazada ya por la administración de Claudia Sheinbaum– y operar el relleno sanitario El Milagro, que se ubica en el municipio mexiquense de Ixtapaluca.

Durante el gobierno de Miguel Ángel Mancera se realizó un concurso para construir una planta de electricidad con el calor liberado por la combustión de los desechos (termovalorización). El proyecto habría costado 12 mil millones de pesos, recuperables con una concesión a 33 años, de acuerdo con el contrato suscrito con la empresa Termo WTE asociada con Veolia y Termoenergía CDMX Holding.

De las 13 mil toneladas diarias de residuos sólidos que se generan en la CDMX, dos mil son separadas a bordo de los camiones recolectores y 500 son aprovechadas por los tres gremios de pepenadores; otras mil 500 sirven como combustibles derivados de residuos quemados en hornos productores de cemento y mil 500 toneladas de residuos orgánicos son transformados en composta. Es decir, solo cinco mil 500 toneladas de basura se procesan en la ciudad (42.30 por ciento del total).

Las convocatorias de la Sedema prevén que la recuperación de los fondos “será autofinanciable” porque el manejo de los desechos se haría sin la “asignación de recursos públicos”.

Un proyecto contra el medio ambiente

La Constitución de la CDMX advierte, en la Fracción 5° del Apartado A de su Artículo 16° que está prohibida “la privatización y concesión de los servicios públicos de recolección y tratamiento de residuos sólidos”. Sin embargo, la convocatoria de la Sedema para construir una planta privada aprovechadora de residuos ignora este mandato; además de que su funcionamiento puede provocar un serio impacto ambiental.

La termovalorización se ha acotado a un plano marginal y como último recurso en muchos países por “el impacto social, ambiental y la obstaculización que este tipo de proyectos puede tener en cuanto a la creación de políticas enfocadas a la reducción, reciclaje y aprovechamiento de residuos”, precisa el informe Incineración en la Ciudad de México: el gran obstáculo para transitar hacia una ciudad sostenible, publicado en 2018 por Greenpeace México.

Este tipo de tratamiento de residuos apenas comienza a plantearse como una solución en México, particularmente en la Capital del país, después de varios años sin contar con medidas eficaces y una visión de largo plazo para lograr una gestión eficiente de los residuos sólidos urbanos”, a pesar de que “la incineración ha comenzado a desincentivarse en la Unión Europea o en Estados Unidos (EE. UU.), donde desde 1997 no se han construido más plantas de incineración”, agrega el análisis.

Es decir, el proyecto de termovalorización impulsado durante la jefatura de gobierno de Mancera, ya rechazado por la administración de Sheinbaum, ahora es reconsiderado por la Sedema.

Greenpeace advirtió, en 2018, que este tipo de tecnología no había sido probada “bajo las condiciones climáticas, atmosféricas y de presión y altura que tiene la CDMX –la capital del país se encuentra a dos mil 500 metros sobre el nivel del mar– y que, por lo tanto, los procesos de combustión pueden ser completamente distintos a los que se usan en plantas cercanas al nivel del mar, como normalmente sucede en otros complejos de este tipo alrededor del mundo”.

Además, la organización internacional señaló dos problemas adversos derivados de la incineración de residuos para producir energía. El primero consiste en la producción de emisiones altamente tóxicas que se vierten en el aire y, el segundo, en la liberación de nanopartículas tóxicas, es decir, las “emisiones contaminantes producidas por los incineradores incluyen metales pesados tóxicos, dioxinas y furanos”.

Asimismo, se pueden encontrar componentes relacionados con las mismas sustancias en alimentos, nuestros tejidos corporales, niños recién nacidos y el medio ambiente. Algunos de estos contaminantes orgánicos persistentes, sonconocidos también como toxinas permanentes y se emiten en forma de nanopartículas”, explicó Greenpeace.

En un informe publicado en 2018, la organización no gubernamental (ONG) también advierte que la separación de residuos efectuada en la CDMX, así como la infraestructura utilizada son altamente deficientes.

“A pesar de que recientemente entró en vigor la Norma Ambiental 024, que ordena la separación de residuos en cuatro fracciones (biodegradables, inorgánicos con potencial de reciclaje, inorgánicos de aprovechamiento limitado y de manejo especial y voluminoso), existe una falta de información adecuada por parte del gobierno local para que la población pueda adoptar progresivamente cambios de hábitos para reducir la generación de residuos desde su origen”.

Pero en el capítulo Generar basura para tener energía. Una dependencia inconveniente, del informe “Incineración de residuos en la CDMX”, Greenpeace explica que el proyecto de la planta termovalorizadora, rechazado por Sheinbaum y ahora reconsiderado por la Sedema, produciría 965 mil megavatios de energía eléctrica a partir de la combustión de los residuos.

El contrato celebrado el sexenio pasado entre el gobierno de la CDMX y la empresa Veolia contempla que esta energía sea utilizada para abastecer, en su totalidad, al metro de la capital del país. Sin embargo, para que esto ocurra, el gobierno capitalino estaría obligado a entregar diariamente las cuatro mil 500 toneladas de residuos no reciclables que se generan.

Este tipo de contratos propician, en primer lugar, una necesaria y continua generación de residuos para poder producir energía eléctrica”, advirtió la organización internacional defensora del medio ambiente.

Además, este tipo de proyectos “genera una situación de bloqueo que impide a los gobiernos implementar políticas públicas, programas y planes para prevenir la generación de residuos, para elevar las tasas de reciclaje o para trabajar con industrias en cuanto al rediseño de productos y empaques con la finalidad de que éstos sean potencialmente reciclables”.

Es decir, la construcción de una planta de estas características prioriza la incineración de residuos “antes que fortalecer otras medidas que jerárquicamente deberían ser prioritarias, e impide la transición hacia una economía circular”, la cual consiste en intercambiar el ciclo típico de fabricación, uso y disposición para reutilización más óptima y un reciclaje posible. “Cuanto más tiempo se usan los materiales y los recursos, más valor se extrae de ellos”, es su premisa.

Incinerar basura es más caro que reciclar

Cerca de la mitad del costo de la construcción de una planta incineradora se invierte en equipos para controlar la contaminación del aire. “Irónicamente, si los residuos no fueran destinados a ser quemados, estos equipos extremadamente costosos no serían necesarios, ni las cenizas obtenidas tendrían que ser enviadas a rellenos sanitarios cuyos costos también son sumamente elevados dada la peligrosidad de los materiales que reciben”, asegura Greenpeace.

La quema de residuos para generar energía es buena “para vender estos proyectos, pero la realidad es que si ahorrar más energía es la meta, entonces se puede hacer mediante la reutilización de productos y reciclando materiales”, explica la organización ambientalista. “Desafortunadamente, este argumento es regularmente ignorado por tomadores de decisiones que se concentran en la energía obtenida a nivel local e ignoran la pérdida a nivel nacional o global”.

De hecho, “una combinación entre reciclaje y compostaje ahorra de tres a cuatro veces más energía que la generada por un incinerador que produce electricidad”. El principal problema detectado por Greenpeace en el proyecto de la planta termovalorizadora consiste en que “aunque las plantas de incineración pueden producir energía, éstas terminan fomentando el uso de materiales de desecho sobre los materiales reciclables”.

Por ejemplo, reciclar papel ahorra de dos a siete veces más energía que quemarlo –dependiendo del tipo de papel— y reciclar plástico polietileno tereftalato (PET) ahorra 26 veces más energía. “El reciclaje evita usar energía para crear nuevos materiales desde cero, evita el uso de materiales vírgenes y, por tanto, la extracción de recursos naturales de manera no sustentable”.

Por lo anterior, la ONG advierte que la incineración como solución al problema del tratamiento de residuos alienta la quema de cada vez más basura en este tipo de plantas. “Para hacer que la incineración sea viable económicamente, de acuerdo con algunas estimaciones, al menos mil toneladas de basura se tienen que quemar todos los días”. Es decir, estos costosos complejos dependen de la generación de tonelajes sumamente altos de basura para sobrevivir y ser económicamente viables.

“Las plantas de incineración de residuos no atacan la raíz del problema de la generación de los mismos. Recurrir a este modelo como una solución podría afectar potencialmente los esfuerzos por reducir la cantidad de residuos que se generan en la CDMX, así como diversas medidas para fortalecer el reciclaje y compostaje”, concluye Greenpeace.

“Las plantas de incineración de residuos no atacan la raíz del problema de la generación de los mismos. Recurrir a este modelo como una solución podría afectar potencialmente los esfuerzos por reducir la cantidad de residuos que se generan en la CDMX, así como diversas medidas para fortalecer el reciclaje y compostaje”, concluye Greenpeace.

El control de desechos durante la pandemia

La producción de residuos en México ha aumentado significativamente durante la pandemia de Covid-19. “La basura doméstica pasó de 3.5 a 17 por ciento, en tanto que los desechos del tipo biológico-infecciosos lo hicieron hasta en 300 por ciento”, reveló Nancy Jiménez Martínez, del Centro Regional de Investigaciones Multidisciplinarias (CRIM), de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).

“Sin Covid-19, generábamos 1.5 kilos por persona en los hospitales; en junio de 2020 alcanzamos un nivel que llegó a 16 mil toneladas; y en el escenario crítico que hoy estamos se han alcanzado 29 mil toneladas de residuos, lo que rebasa con 300 por ciento la línea de base que generamos al año sin pandemia”, explicó la académica en conferencia virtual.

La especialista en estudios urbanos y ambientales de la UNAM reconoció que “hay un rezago en la manera en que manejamos nuestros residuos respecto a cómo lo hacen otros países. De tal manera que el 16 por ciento de los residuos queda por ahí y ni siquiera es recolectado. La mayor parte de los sitios de disposición final corresponden a tiraderos o basureros a cielo abierto y solo 3.7 por ciento de los mil sitios que hay –en todo el país–, cumplen la NOM 083”.

Dicha norma contiene las especificaciones de protección ambiental para la selección del sitio, diseño, construcción, operación, monitoreo, clausura y obras complementarias de un sitio con una disposición final de residuos sólidos urbanos y de control especial.

Para Ornela Garelli Ríos, especialista en consumo responsable y cambio climático de Greenpeace México, “un manejo incorrecto de los residuos sanitarios –como ausencia de caretas, guantes, cubrebocas y bolsas– puede potencializar los casos de contagio por Covid-19, considerando que la enfermedad puede permanecer activa en superficies plásticas por periodos de entre siete y 28 días”.

En la mayoría de los casos “los desechos sanitarios no se tiran correctamente y eso es visible porque están sobre la calle y en espacios públicos, donde otras personas pueden entrar en contacto con esos materiales, particularmente las personas encargadas de llevar la basura, separarla y prepararla para su reciclaje”, advierte.

Con respecto al uso de plásticos de un solo uso en pacientes de Covid-19, la académica de la UNAM y la especialista de Greenpeace coinciden en que no es recomendable, porque no parece una medida efectiva para evitar contagios y afecta al medio ambiente.

“Hay algunos médicos que incluso piden que los pacientes contagiados utilicen vajilla desechable; no debe hacerse, porque tenemos ‘un día después de la pandemia’ y esto será un problema mayúsculo, vemos ahora el abuso de los plásticos de un solo uso, en los espacios públicos, en los restaurantes, todo viene cubierto”, asevera Nancy JiménezMartínez.

“Particularmente, el problema yo lo vería en los cubrebocas quirúrgicos desechables y en los guantes; de acuerdo con datos de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), se espera que 75 por ciento de éstos terminen en la naturaleza, incluidos los océanos”, puntualiza Garelli Ríos.

En la CDMX se prioriza la separación de los desechos para evitar focos de infección y contagios de enfermedades en tres grupos: orgánicos, inorgánicos reciclables e inorgánicos no reciclables y sanitarios. “La separación de residuos sanitarios protege a más de 15 mil trabajadores de limpia, que entran en contacto con ellos”, asegura la Sedema en su página de Internet.

En esta clasificación entran desechos como cubrebocas, pañuelos desechables, chicles, cepillos dentales, guantes y colillas de cigarro. Además, esta secretaría recomienda reducir al mínimo la generación de residuos, evitar los desechables y almacenar todos en una bolsa de plástico, dentro de un bote con tapa, de preferencia de pedal, en caso de tener o sospechar casos de Covid-19 en casa.

Para disminuir el riesgo de contagio, la Sedema sugiere también mantener los residuos en casa 72 horas antes de su recolección y marcar la bolsa como residuo sanitario. “Antes de entregarla, rocíala con una solución clorada (10 mililitros de cloro por litro de agua) y evita el contacto con el personal de limpia”.

Sin embargo, ni la Sedema ni el gobierno de la CDMX han transparentado el control de los residuos sanitarios de Covid-19 durante la pandemia.

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Karen Santos
Karen Santos
Lingüística y Literatura Hispanoamericana por la BUAP. También escribo en Buzos de la Noticia y otros medios. “Una es mi obligación, uno es mi deber: Escribir”.
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