Tribuna Poética| Tonada de la sierva enemiga, de Alfonso Reyes

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La tonada de la sierva enemiga es una extraordinaria creación poética en la que el poeta da voz a una “trabajadora doméstica” que rompe a cantar, primero en voz muy baja; luego, a voz en cuello su rencor ancestral.

Tania Zapata Ortega

Recogida por Jorge Cuesta en Antología de la poesía mexicana moderna (1928) y originalmente publicada en Pausa (París, 1926), La tonada de la sierva enemiga es una extraordinaria creación poética en la que el mexicano Alfonso Reyes (Monterrey, Nuevo León, 1889- Ciudad de México, 1959) da voz a una “trabajadora doméstica”, que rompe a cantar, primero en voz muy baja y luego a voz en cuello su rencor ancestral.

Tonada es una palabra clave en el título del poema; no hay duda que al hacerlo, Alfonso Reyes alude a la voz colectiva transmitida oralmente en las anónimas canciones populares que del viejo mundo viajaron al nuevo; el verso octosílabo y la rima aguda remiten por reflejo a la antigua poesía popular arábigo-española, en el que la sincera voz femenina va creando un ambiente atemporal que sirve al autor para caracterizar la servidumbre moderna como un fenómeno tan antiguo que permanece casi intacto a pesar de los siglos.

La “sierva” representa (con sus ojos y su voz) a millones de mujeres sometidas al duro oficio doméstico, sin posibilidad alguna de escapar y condenadas a guardar silencio mientras barren, hilan o cocinan sin un justo pago por sus labores; la atemporalidad de la Tonada se ve reforzada por dos palabras clave: la voz lírica pertenece a una “sierva enemiga” que más adelante se asume como “esclava niña”; en ambos casos se denuncia el sometimiento por tres causales: clase social, edad y género. De ahí que la palabra “enemiga” venga a significar, ni más ni menos, que una toma de conciencia en términos de lucha de clases. Es entonces la canción, entonada en sordina, una protesta disimulada, aún en presencia de los amos, una rítmica forma de limar, es decir, romper, las odiosas cadenas de la servidumbre.

Cancioncita sorda, triste,

desafinada canción;

canción trinada en sordina

y a hurtos de la labor,

a espaldas de la señora;

a paciencia del señor;

cancioncita sorda, triste,

canción de esclava, canción

de esclava niña que siente

que el recuerdo le es traidor;

canción de limar cadenas

debajo de su rumor;

canción de los desahogos

ahogados en temor;

canción de esclava que sabe

a fruto de prohibición:

–toda te me representas

en dos ojos y una voz.

Y si en la primera parte de este moderno romance el personaje femenino había comenzado a cantar en sordina, en la segunda estrofa, el canto entre dientes se convierte en momentáneo grito de combate: ha declarado la guerra a una vida en función de las necesidades ajenas; que barra el viento, que hilen las arañas, que los santos del cielo bajen a preparar los alimentos y a velar el sueño de los amos… pero es una rebelión momentánea, porque el final de la estrofa restituye el orden preestablecido: mientras los ojos (espejo del alma, en términos clásicos) reflejan el odio de clase, las invisibles cadenas obligan a la esclava moderna a disimular sus emociones al hablar.

Entre dientes, mal se oyen

palabras de rebelión:

“¡Guerra a la ventura ajena

guerra al ajeno dolor!

Bárreles la casa, viento,

que no he de barrerla yo.

Hílales el copo, araña,

que no he de hilarlo yo.

San Telmo encienda las velas,

San Pascual cuide el fogón.

Que hoy me ha pinchado la aguja

y el huso se me rompió;

y es tanta la tiranía

de esta disimulación,

que aunque de raros anhelos

se me hincha el corazón,

tengo miradas de reto

y voz de resignación”.

Dos contradicciones destacan en la estrofa de cierre de la Tonada: por un lado, mientras en la mirada se descubre la rebeldía, a través de la voz se enmascaran las emociones; y sus “finas imaginaciones”, producto de un anhelo irrealizable de realización individual a través de un matrimonio ventajoso, chocan con su condición social, que la obliga a permanecer como testigo mudo de vidas ajenas.

Fieros tenía los ojos

y ronca y mansa la voz;

finas imaginaciones

y plebeyo corazón.

Su madre, como sencilla,

no la supo casar, no.

Testigo de ajenas vidas,

el ánimo le es traidor.

Cancioncita sorda, triste,

canción de esclava, canción:

–toda te me representas

en dos ojos y una voz.

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Karen Santos
Karen Santos
Lingüística y Literatura Hispanoamericana por la BUAP. También escribo en Buzos de la Noticia y otros medios. “Una es mi obligación, uno es mi deber: Escribir”.
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