Desde que la 4T tomó las riendas del país, se eliminaron los apoyos de comercialización y programas que aseguraban un ingreso para los campesinos, como Procampo.
Por Carlos Alberto Morales Hernández
Uno de los organismos más perfectos son las plantas, principalmente por la capacidad de transformar compuestos inorgánicos (bióxido de carbono y agua, a través de la luz y elementos minerales) en compuestos orgánicos(carbohidratos y azúcares) que les sirven de alimento. Estos carbohidratos son utilizados por la misma planta para su desarrollo, que comprende la producción de los órganos de interés humano: frutos, granos, hojas, follaje, etc. Por eso es importante que cuenten con suficientes compuestos inorgánicos (fertilizantes). Algunos de estos minerales se encuentran de forma natural en el suelo; sin embargo, es frecuente que éstos no se encuentren disponibles en las cantidades que las plantas requieren para satisfacer las necesidades humanas de producción. Aquí radica la importancia de los fertilizantes, que son el complemento de las necesidades nutricionales de las plantas.
Por ejemplo, el maíz, el grano con mayor demanda en México, es muy sensible a las variaciones de la fertilidad del suelo; por ende, es indispensable su fertilización orgánica o con compuestos químicos: requiere entre 160 a 240 kilogramos de nitrógeno por hectárea; 40 a 80 kilos de fosfato y entre 200 y 240 kilos de potasio para producir una cosecha exitosa. Sin embargo, existe el problema de que, con mucha frecuencia, los campesinos mexicanos no pueden adquirir fertilizante dados sus altos costos, por lo que no fortalecen sus campos y su productividad es baja; muchas veces sus cosechas no les alcanzan ni para el autoconsumo.
Pero ése no es el único problema que enfrentan los campesinos para producir maíz. Según Forbes, 2021 no será un buen año para este cultivo. México no alcanzará la meta planteada de producir 24 millones de toneladas, cifra significativamente menor a la prevista por el Gobierno Federal. Las razones: las sequías provocadas por el cambio climático, una menor superficie para cumplir con la producción anual y, lo más grave, la falta de programas de gobierno que ayuden a impulsar mejores cosechas y la desaparición de los pocos programas de apoyo a la producción campesina. Esto ya está provocando un alza en el precio del maíz: en lo que va del año, el maíz blanco incrementó su precio dos pesos por kilo en las principales centrales de abasto del país.
El actual gobierno presume que sus políticas están encaminadas a alcanzar la soberanía alimentaria, a producir como nación más alimentos para dejar de depender de otros países; pero, en la práctica, la producción agrícola sufrió un grave golpe; aunque para 2021 el presupuesto destinado a la Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural (SADER) aumentó en un 3.6 por ciento respecto al 2020, éste se destinará al gasto de la Secretaría y no a programas que apoyen al campesino. Desde que la 4T tomó las riendas del país, se eliminaron los apoyos de comercialización y programas que aseguraban un ingreso para los campesinos, como Procampo.
El Grupo Consultor de Mercados Agrícolas (GCMA) reveló que en el primer cuatrimestre de 2021 las importaciones de granos básicos se incrementaron 12.3 por ciento; subió 8.1 por ciento la demanda y disminuyó 2.8 por ciento la producción nacional. Estamos muy lejos de alcanzar la soberanía alimentaria, los mexicanos seguimos siendo cada vez más dependientes, sobre todo de Estados Unidos.
A pesar de este sombrío panorama, los gobiernos Federal y estatales se atreven a hacer oídos sordos a las demandas de los campesinos. Hay insensibilidad, poca visión y pocas ganas de apoyar. Por eso las luchas campesinas actuales son tan importantes y todos debemos apoyarlas, por el bien del país; si no hay apoyo a los campesinos, no habrá cosechas, no habrá alimentos y aumentará la pobreza.
Hace falta, pues, un plan para rescatar el campo mexicano y apoyar, sobre todo, al campesinado que, como parte de los extractos sociales más humildes, es el más afectado. Este proyecto no surgirá de los actuales gobiernos, como lo demuestran las nulas acciones gubernamentales y su poco interés por el sector agrícola. No queda más que la organización de los campesinos y que ellos, junto a sus hermanos de clase, tomen las riendas del país.