Por Leticia Montagner
Dicen los expertos que desde fines del Siglo XX y principios del Siglo XXI, las elecciones intermedias, donde se renueva la Cámara de Diputados en México, tienen el signo y el símbolo de una aprobación o reprobación para el gobierno en turno, ya sea priista, panista y ahora morenista.
Este 6 de junio, en lo que se considera la elección más grande de México, 94 millones 400 mil mexicanos deberán votar por 500 curules de la Cámara de Diputados y cerca de 20 mil cargos estatales, incluidos 15 gobernadores, congresos locales, presidentes municipales, regidores y síndicos.
Morena, el partido del Presidente Andrés Manuel López Obrador, tiene el enigmático reto de ganar o perder la mayoría de los diputados federales y también ganar o perder en 15 gobiernos estatales, los congresos y alcaldías.
Según Enrique Quintana, Director del periódico El Financiero, las elecciones intermedias en México casi siempre han traído cambios en el balance político del país, por ser usualmente plebiscitos sobre el gobierno en funciones.
La Cámara es importante porque tiene facultades exclusivas como la aprobación anual del Presupuesto de Egresos de la Federación, la revisión de la Cuenta Pública del año anterior, la aprobación del Plan Nacional de Desarrollo y la ratificación de los funcionarios federales establecidos en la Constitución. Además ratifica o no, leyes aprobadas en el Senado de la República y viceversa.
Como antecedentes inmediatos, hay que señalar que en 1988 se presentó la famosa caída del sistema y el rompimiento con el PRI del Frente Democrático Nacional, donde surgió después el PRD. El partido oficial tuvo una fuerte competencia electoral y el triunfo del Presidente Carlos Salinas de Gortari fue por pocos votos. En la Cámara de Diputados el PRI obtuvo el 52 % de los legisladores, hecho que se revirtió en 1991, cuando el PRI tuvo un gran triunfo al llegar al 64 %.
En 1994, con la muerte del candidato presidencial tricolor Luis Donaldo Colosio, el candidato emergente Ernesto Zedillo Ponce de León logró un triunfo fácil, donde el PRI se quedó con el 60 % de la Cámara de Diputados.
Lo anterior cambió en 1997, cuando la crisis económica de 1995 le pasó la factura al PRI y por primera ocasión en la historia perdió la mayoría absoluta en la Cámara de Diputados, al quedarse con 239 asientos, el 47.8 %. El PRD desplazó al PAN como segunda fuerza política con el 25 % de los diputados.
En el año 2000, el PRI perdió la Presidencia cuando Vicente Fox Quesada ganó la contienda, pero el PAN no consiguió la mayoría en la Cámara; Fox se convirtió en el Presidente con la menor proporción de diputados panistas, apenas el 41.2 %.
En las elecciones intermedias de 2003, el PAN perdió 71 diputados y se registró el primer caso de la historia donde un partido opositor fue la principal fuerza en la Cámara de Diputados cuando el PRI alcanzó 44.4 %. El PAN apenas consiguió 30.6 %.
En 2006, el PAN volvió a ganar la Presidencia y obtuvo el 41.2 % de la Cámara y ser la mayor fuerza política del Congreso. En 2009 perdió 63 posiciones; el PRI, como partido opositor, se convirtió en la fuerza política principal con el 47.4 % de legisladores.
En 2012 el PRI recuperó la Presidencia y perdió 25 posiciones en la Cámara respecto a 2009 y alcanzó solo 42.4 %, pero fue la principal fuerza política. En 2015 el PRI perdió 15 diputaciones, pero se mantuvo como la principal fuerza.
Para 2018, con el triunfo arrollador de AMLO, Morena solo obtuvo 38.2 % de los asientos en la Cámara, porque sus militantes contendieron con otras siglas, como el PES y el PT; llegó al 49.4 % pero con sus aliados logró el 66 % de los legisladores.
Del análisis de los datos anteriores se desprende que las elecciones intermedias son un plebiscito, consulta o ratificación del Gobierno Federal en turno.
El domingo 6 de junio se verá si Morena resiste la maldición de la elección intermedia. Veremos y diremos.
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