Por Luis Fernando Soto// @luisfersoto
A siete días del cierre de las campañas proselitistas en Puebla, la reelección de la morenista Claudia Rivera Vivanco en la presidencia municipal de la capital del estado, parece cada vez más lejana.
Las encuestas no le favorecen y eso se reflejó constantemente durante sus recorridos en colonias y en el transporte público donde fue increpada, aunque ella alega sabotaje. Ahora evita confrontarse con los electores mediante ruedas de prensa en las que no responde preguntas y esconde su agenda del día.
“Una ciudad incluyente” fue el eslogan de la administración municipal de Rivera Vivanco, creadora de la Secretaría para la Igualdad Sustantiva de Género, desde la cual se tomaron posturas en contra de la violencia machista, a favor del aborto legal y los derechos de la población LGBTIQ (lésbica, gay, bisexual, transexual, transgénero, travesti, intersexual y queer), que recibieron tanto aplausos como repudio.
Basta recordar la pinta de cebras peatonales en mayo de 2019 por parte de la alcaldesa Rivera Vivanco, convertidas del blanco al arcoiris para representar la bandera que en 1978 enarbolaban los movimientos del orgullo homosexual estadounidenses, hoy convertida en un referente de la diversidad sexual. Pues bien, esa pinta de cebras peatonales en el cruce del bulevar 5 de Mayo y la avenida 31 Oriente provocó la movilización de grupos conservadores que las repintaron de blanco, hasta la denuncia de un abogado local que interpuso un amparo contra la decisión del Ayuntamiento morenista.
El recurso de la “ciudad incluyente” fue utilizado en todos los ámbitos de la administración municipal, hasta con aquellos ciudadanos que se acercaron a la alcaldesa para gestionar obras y servicios públicos, pidiéndole “¡no nos excluya!”. Ella, sorprendida, recalcaba el “discurso incluyente” que nunca satisfizo las demandas de pavimentación, electrificación, etc.
En estas elecciones intermedias, en Puebla ¡la bandera arcoiris ondea más que nunca! Pero el viento no es favorable para las poblaciones LGBTIQ+, porque sus derechos están incluidos en el juego del poder político, donde las reglas dependen de la coyuntura y la simulación impera.
En la capital poblana, las encuestas favorecen al panista Eduardo Rivera Pérez, quien ya fue presidente municipal en el trienio 2011-2014, periodo en el que constituyó el Consejo Ciudadano de Derechos Humanos e Igualdad entre Géneros, organismo que le propuso la firma de una agenda por los derechos humanos, acto al que no asistió.
En los últimos días, Lalo Rivera ha sido cuestionado por la prensa sobre su postura hacia las poblaciones LGBTIQ+y, como era de esperarse, sus respuestas han sido ambiguas, afirmando la atención a todos los sectores sociales y utilizando términos que ahora suenan políticamente incorrectos como “preferencias”, cuando se habla de identidad u orientación sexual.
En fin, la doble moral panista es harto conocida. Acción Nacional es un partido que cuenta con militantes homosexuales, generalmente hombres blancos de clase media, que ocultan sus relaciones personales para no incomodar a sus correligionarios. La institución los tolera en su moral discresión, encerrándolos en el clóset.
No obstante, este machismo sigue dominando la esfera política nacional. Basta observar la profunda raíz patriacal de la utópica 4T, incapaz de tocar con el pétalo de una crítica a su líder-pastor-presidente, Andrés Manuel López Obrador, un misógino clínico que se atrinchera ante las movilizaciones feministas.
El apoyo u oposición al ejercicio pleno de los derechos LGBTIQ+ siempre ha sido moneda de cambio electoral, pero hoy su peso vale en oro, no por los votos de la población identificada con la diversidad sexual sino por el castigo de una mayoría que se siente amenazada por un discurso que no entiede y estigmatiza.
“Nada se resuelve por Decreto”, me dijo un amigo cubano cuando comentábamos el empeño de la hija de Raúl Castro por realizar marchas del orgullo en La Habana: “En mi país de eso no se habla”, me recalcó.
Así pues, la agenda LGBTIQ+ se enfrenta con la verdadera Puebla, la conservadora; la que desilusionada del gobierno de la izquierda oficial regresa, naturalmente, a los brazos de la derecha tradicional que le promete ¡conservar! lo mucho o poco que tiene.
Y en este reclamo constante por seguridad, obras públicas, trabajo, transporte y otras necesidades sociales no resueltas, la imposición de un “discurso incluyente” desde el Ayuntamiento presidido por Claudia Rivera, muy probablemente sembró entre los poblanos un rechazo mayor a discutir las demandas feministas y LGBTIQ+. Al tiempo.