Por Luis Fernando Soto // @luisfersoto
El gobernador de Puebla, Miguel Barbosa Huerta, debe estar muy contento por el resultado final del suceso que pudo significar la gran tragedia de su administración: la triple explosión provocada por una fuga de Gas Lp en una toma clandestina en ductos de Pemex que cruzan San Pablo Xochimehuacán, la populosa junta auxiliar al norte de la capital poblana.
La ciudadanía nada tiene que celebrarle a la administración estatal de Morena, pero durante las horas posteriores a la madrugada del 31 de octubre, fueron muchos los mensajes en redes sociales que reconocieron la coordinación con el flamante gobierno municipal de la coalición PAN-PRI-PRD, ya que permitió la evacuación de personas en riesgo.
Esa coordinación fue resaltada por Miguel Barbosa en la conferencia de prensa ofrecida el mismo domingo, cuando llamaba Lalo al presidente municipal panista, con un tono de cercanía y amabilidad poco característico en el gobernador que constantemente apura, corrige y regaña a los funcionarios que comparten sus “mañaneras”.
Y, especialmente, si comparamos la áspera relación del mandatario con su correligionaria, la morenista Claudia Rivera Vivanco, que dejó la presidencia municipal el 15 de octubre y a quien le esperan denuncias por posibles irregularidades en el gasto público municipal.
Ya escuchamos la primera el 4 de noviembre, cuando Eduardo Rivera Pérez acusó a su antecesora de “mentirle a los poblanos”: Clau Rivera, la alcaldesa que pagó la deuda municipal y presumió finanzas sanas, dejó al Ayuntamiento sin un peso para gasto corriente, esfumó el Fondo de Contingencias para atender desastres como el de Xochimehuacán, con la desastrosa expectativa de un déficit municipal superior a los 235 millones de pesos.
Aunque el panista Lalo Rivera descartó presentar una acusación contra la morenista, será cuestión de días para que la Tesorería y Contraloría municipal, la Secretaría de la Función Pública o la Auditoría Superior del Estado comiencen a mostrar los trapos sucios que dejó la administración de Rivera Vivanco, la misma que siempre amparó su actuar público con la frase “no mentir, no robar, no traicionar”, convertida en excusa hipócrita de un régiman fallido.
Nada puede contener una embestida contra la segunda alcaldesa en la historia de Puebla: Clau Rivera no tiene el apoyo del gobernador, de los legisladores del Movimiento de Regeneración Nacional en el Congreso del Estado y, por consecuencia, su partido no saldrá en defensa de un caso perdido, a menos que conserve algunos afectos en el gobierno federal que puedan, por lo menos, retrasar acciones judiciales en su contra.
En estas circunstancias, los errores de Claudia Rivera se convierten en argumento ideal para darle billo a la opaca imagen de la administración de Miguel Barbosa, urgida por deslindarse de sus omisiones y los fracasos que acumula la llamada Cuarta Transformación, que le impiden despegarse de los últimos lugares de aprobación entre los gobernadores del país, con un nivel de reprobación ciudadana del 70 por ciento.
¡Qué mejor que enfilar toda la bateria mediática en contra del saliente gobierno municipal morenista, para limpiar la imagen de un mandatario estatal impopular!
Miguel Barbosa descubrió que llevándose bien con Eduardo Rivera aumenta sus bonos entre la ciudadanía, cansada de ver al gobernador confrontado con el alcalde de la capital, un fenómeno político local que ya vivió el panista con el fallecido Rafael Moreno Valle, que lo puso al filo de un proceso judicial por sus cuentas públicas cuando ocupó la alcaldía en el trienio 2011-2014. Sin duda, una experiencia para recordar.
Aunque a Lalo Rivera ya se le ve en campaña, cortando el pasto y pintando mercados, no debe confiarse de un mandatario estatal voluble, que ya demostró sus armas cuando se trata de controlar el exiguo presupuesto municipal, tan reducido con la 4T. O de plano ¿chaquetería con el PAN para convertirse en el candidato de Miguel Barbosa y Morena? Eso, también, ya lo veremos.
